"LAS MUJERES SABIAS" de Moliere

















TEATRO: "LAS MUJERES SABIAS", EN EL SAN MARTIN
Un Molière del siglo XXI
La puesta de Willy Landin sabe alternar lo barroco con la actualidad. Hay muy buenas actuaciones.
Por: Eduardo Slusarczuk

Y EN EL 2000 TAMBIEN ADAPTADA, LA OBRA DURA 100 MINUTOS Y COBRA UNA GRAN AGILIDAD.

En la previa del estreno de la versión de Las mujeres sabias, que se estrenó el viernes en el Teatro San Martín, su director, Willy Landin, destacó el respeto por el marco histórico en el que se desarrolla la comedia de Molière.Lo que Landin no anticipó, con muy buen tino, fue la acertada aparición de guiños que acercan al espectador a un relato que se percibe tan válido para el siglo XXI como seguramente lo fue para el XVII.Apenas arranca el primer diálogo, que enfrenta a las hermanas Enriqueta y Armanda en torno a las virtudes y desventajas del matrimonio, queda claro que el público no deberá descifrar un lenguaje anclado en el pasado. "¿Qué pretende usted de mí?", pregunta poco después la tía Belisa, recostada cuan musa de Armando Bo sobre un sillón y entregada a la voluntad de Clitandro, cuyo deseo pasa tan lejos de la solterona como la Panamericana del aeropuerto de Ezeiza. Así, a medida que la pieza avanza, una y otra vez el clima barroco que la envuelve desde su escenografía y su vestuario, realizado por Nidia Ponce, se verá interferido por palabras, gestos y expresiones más cercanas a la realidad del público que a la de Trissotin, Filaminta y Crisalo y el resto de los personajes. Pero la búsqueda de Landin va más allá de los cambios en la letra. En el terreno de lo visual, sin traicionar en nada el espíritu del libro, convierte por unos minutos la boca del escenario en una pantalla de videojuego. Del mismo modo consigue que el sobrio y enorme salón palaciego sea el mejor ámbito para un desfile que bien podrían conducir Roberto Giordano o Roberto Piazza. En ese marco, el trabajo de los actores se desarrolla con fluidez y en ellos la obra consigue una agilidad que se sostiene sin decaimientos durante sus casi 100 minutos. Un dato fundamental, si se tiene en cuenta que el texto del escritor francés requiere una coordinación sin fisuras a la hora de conseguir el efecto buscado. En tren de destacar desempeños individuales, el equilibrio con que se mueve el elenco dificulta en extremo la selección. No obstante, mencionar la tarea de Tony Lestingi, Luis Campos, Verónica Pelaccini, Graciela Araujo y Pacha Rosso no abunda en absoluto y hace justicia a sus actuaciones. Segmento aparte para la música, que juega un rol esencial en la propuesta de Landin. Apoyado en breves intervenciones del trío de clave, violín y chelo, el director apela a una secuencia barroca que es interrumpida por el casi olvidado Locomía, con coreografía de lacayos incluida.





















TEATRO: ENTREVISTA A WILLY LANDIN
"Mi idea fue hacer una producción fidedigna"
Mañana estrena "Las mujeres sabias", de Molière, en el San Martín, un desafío que le produce alegría.
Por: Eduardo Slusarczuk

OFICIO DEDICADO A PUESTAS OPERISTICAS, AQUí Y EN EL EXTERIOR, LANDIN REIVINDICA SU FORMACION TEATRAL.

Una decena de técnicos ajustan luces, sonido y detalles de la escenografía. Mientras, Willy Landin invita a recorrer el escenario."¿Podemos bajar?", pregunta, y enseguida una parte del tablado empieza a descender hasta que el guía y los ocasionales turistas desaparecen de la superficie. "La idea es que todo salga desde aquí abajo", explica. "Todo" es la estructura que intentará reducir la enorme boca de la sala Martín Coronado del Teatro General San Martín a las dimensiones de un teatro barroco. O, al menos, evitará que el racionalismo del entorno y las cajas de sonido interfieran en el viaje al siglo XVII que propone Las mujeres sabias, de Molière, que estrena mañana.Egresado del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón y dedicado los últimos años a la puesta en escena de óperas, tanto en teatros locales como en importantes salas europeas, Landin reivindica su formación teatral y reconoce que la invitación de Kive Staiff a dirigir la obra del escritor francés le produjo mucha alegría. "Siento que tengo como un karma lento, pero sabía que iba a llegar la ocasión de trabajar en la Martín Coronado", admite y advierte el director y escenógrafo: "La cuestión es estar preparado".En algunas puestas operísticas, optó por el criterio de actualizar los tiempos. ¿Aplicó aquí el mismo criterio?No. La obra fue escrita en el año 1672 y el contexto se mantiene intacto. Sólo le incorporé algunas cositas de Las preciosas ridículas, una obra menor, pero que me permitió darle más dinámica a los personajes. Si bien los ensayos comenzaron en febrero, el trabajo de adaptación y traducción llevó más de seis meses, tiempo que Landin justifica desde lo estético. "Mi idea fue hacer una producción fidedigna, buscando la correspondencia en cada palabra, en cada giro. Eso me sirvió para ver dónde el autor utiliza remates rimados y una rítmica musical para hacer sonar las palabras.¿Es posible trasladar eso del idioma francés al castellano?Más allá de la verdad de la expresión traduttore, traditore, es obvio que parte de esa musicalidad se pierde. Pero aquí no tenemos una tradición de prosa rimada como la puede tener el teatro español. Y lo que en otro lado podría estimular un acercamiento musical aquí produciría un alejamiento por la fatiga al escuchar. Porque, a pesar de que el elenco es excelente, no hay un entrenamiento de la voz para ese tipo de trabajo, ni del oído del público.¿Eso no afecta el sentido y la intencionalidad del texto?Al contrario. Sin esa musicalidad, buceando, apareció un tono que denota con más fuerza una hipocresía y una pretensión que le da más actualidad, aún sin proponer la proyección en el tiempo de ninguno de los personajes. Porque justamente lo que me parece muy rico en Molière es su universalidad. Era un caricaturista genial, por lo que sus personajes son arquetípicos y no quedan anclados en su época. Da la sensación de que aquí no existen dobles mensajes. Lo que hay es lo que se ve.Independientemente de que la cosa tiene que divertir, hay algo más. Pero sobre el escenario es juego puro, y el efecto que produce es bien directo. En esa época todavía no existía Freud.